Ser una estrella del rock y de todo lo que representará en las décadas siguientes no es cosa de cualquiera, sino que la historia reserva la chapa de pionero para un puñado de espíritus notables, como este.
Es increíble que el bueno de Jerry, ocupado más que nada en superponer matrimonios, enterrar esposas e hijos, tener líos con los medios y la industria, incendiar pianos, descontrolarse con las drogas y meterse bombas como un marinero, haya tenido tiempo de ser un músico genial, y sí que lo es. Prueba de ello es este disco.
Corría el año 1964, la industria musical norteamericana estaba empecinada en terminar su carrera. Había ocurrido el escándalo de su tercera mujer, la de 13 años, hacía algún tiempo y simplemente nadie iba a escuchar nada que tuviera algo que ver con la vida de ese sátiro que andaba por allí endemoniando a las muchachas con sus ritmos sacrílegos. Por fortuna en Europa no se andan con mojigaterías de ese tipo, así que “The Killer” empacó sus chilpas y se fue de gira por allá.
Este show se grabó en Hamburgo y Jerry Lee Lewis en plena decadencia comercial, a mano limpia y contra todos, demuestra que él y su piano son invencibles, como siempre, con una actuación épica, salvaje, fundamental. Y es que los gringos no saben tratar con los elegidos.
Conclusión: eso de ser una estrella de rock es difícil, uno gasta demasiada energía y le toma toda la vida. Hay unos pocos que pagan ese precio, por suerte.
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5 estrellas (¿qué haces que no lo bajas?)
Eduardo Álvarez
Sleipnir 
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