Periodismo y estupidez

24 04 2009

A veces me pregunto cerca de la estupidez humana, y ciertamente no hace falta mucho trabajo para conseguir pensar en algún egregio representante de la categoría, en especial en el Perú, donde esto de la estupidez no tiene freno, y se ha vuelto un espectáculo nacional.

Eso me hace pensar inmediatamente en el periodismo, máxime cuando me paro frente a un quiosco de periódicos y leo los titulares: me queda claro que en general su labor queda reducida a jugar al equívoco de los otros para vender los estragos producidos. Desde el fujimorismo nos acostumbramos a ese tipo de control social, de pensar en la noticia como escándalo y claro, estúpidamente, escandalizarnos.

Es evidente entonces que no tengo demasiada confianza en el periodismo como institución ni en la mayoría de periodistas, pues han fallado en el rol histórico que les tocó y aún no contentos con aquello y tomados por el sensacionalismo del mercado, que se ha vuelto cada es más su única ética, ahora debemos soportar que se empicen a imponer los modelos «globalizados» de cómo deberían ser las cosas y las personas. Sí pues, cada vez el periodismo está más emparentado con la publicidad.

Lo que uno se pregunta cuando da un paso atrás y mira más ampliamente los medios, ¿Y qué de lo importante?. Nuevamente puedo hacer la separación de aquello con lo urgente, que es definitivamente lo que direcciona nuestra dinámica social y mediática, vender cada vez más, y lamentablemente, lo peor.

Imagino un sólo día en que los medios cumplan con su función cabalmente, ocupándose de dar alguna luz de opinión, análisis, cualquiera sea su tendencia política, o quizá simplemente un día en que se atrevan a meter las narices donde no los llaman quienes les pagan o aquellos grandes que destruyen la tierra. Me queda la agria sensación de que la mayoría de periodistas se quedarían sin chamba.

Lo que es más gracioso de todo este asunto es que los medios claman trabajar con «objetividad» y ven eso como una virtud. Quizá el discurso del capitalismo sea esa verdad y allí mismo encontramos también la cara terrible de la paradoja: que se la busque tanto con la casi psicótica certeza de que la verdad indudable existe y hay que capturarla, lo cual deja poco que decir de ella.

Mientras la mira de los medios se centren en vender una promesa de goce de la noticia a los individuos, serán bandera de lo peor del ser humano y un factor de su cotidiano hundimiento.

Un homenaje a Aldo Mariátegui, buque insignia de la estupidez mediática del país.


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2 responses

3 05 2009
Vero

Le prestas más atención de la q se merece a Aldito. Casi diría q lo amas.

8 11 2012
césar

Muchos conservadores prefiera ocultarnos a los demás la que sería su descripción ideológica mas precisa (esto es, la de “conservadores”), para hacerse pasar más bien por “liberales” en un sentido laxo, muy laxo, de la palabra, es que esas personas han por fuerza de restringir luego el significado de “liberal” al único sentido que les puede resultar plenamente tolerable desde su mentalidad conservadora: que no es, naturalmente, el sentido en que se dice que uno es liberal en sus costumbres, o en su forma de pensar, o en su tolerancia hacia el cambio o hacia otros modos de vida diferentes al propio. Y por ello, un conservador, cuando se disfraza de “liberal”, a menudo será distinguible por el mucho hincapié que ponga en el área económica al explicar su ideología, y la escasa atención que preste a otras facetas de la realidad, como la ética (liberal), la tolerancia (liberal), las costumbres (liberales), la apertura de mente o de fronteras (liberal). Para este tipo de presuntos liberales la economía no es más que un señuelo con que distraernos de su sustancia, que es conservadora y no liberal.

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